DÍA CUARTO.
Reflexión: Caridad fraternal de San Antonio
He aquí un
Santo cuya vida fue un holocausto de entrañable amor a los hombres.
Puede decirse que toda ella no fue sino una caricia a los pobres
pecadores, a los tristes, a los enfermos, a los atormentados por las
negruras de la miseria...
Y tanto placer
debió encontrar el Santo en este amor fraterno a sus semejantes, que
ni la muerte lo interrumpió. Hoy desde el cielo, como en vida, sigue
prodigándonos las mismas caricias de amor, de ayuda y de compasión.
EJEMPLO: San
Antonio de Padua, cuando todavía era estudiante, pidió licencia
para cuidar enfermos. Quiere dedicarse a servir a los más
desamparados. Se levantaba una hora antes para recorrer las
habitaciones de los más imposibilitados. Les lavaba, arreglaba sus
lechos, fregaba la vajilla, preparaba la comida, las medicinas y los
brebajes.
Terminadas las
clases bajaba presuroso al hospital y allí permanecía hasta últimas
horas de la tarde. De noche, velaba hasta altas horas y, con
frecuencia, en vísperas de vacación, pasaba toda la noche en
vigilia velando el sueño y presto a llevar su auxilio y consuelo al
que lo necesitara.
Breve
Meditación.
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