DÍA SEGUNDO.
Reflexión: Esperanza de San Antonio.
Amó vivamente
el Santo esta virtud.
Una vida de
sacrificio, en lucha constante contra el infierno, el mundo y las
pasiones sería imposible sin una gran esperanza, hija de una gran
confianza en la bondad divina, en la paternal Providencia de Dios y
en la ayuda constante de su gracia. Por eso, San Antonio jamás
desmayó en su vida de incesante y penoso esfuerzo. ¡Contaba con
Dios!
Humillémonos y
contemos, no con nuestras propias fuerzas, sino con las divinas,
esperando siempre en Dios.
EJEMPLO: Nunca
Perdió San Antonio de Padua su esperanza y su confianza en Dios. Ni
aún en aquellos trances extremos de su vida en los que parecía que
todo estaba perdido y que no existía ningún remedio humano. Cuando
impulsado por su ideal misionero pisó las playas africanas, Dios le
envió la prueba de unas fuertes calenturas y dolores que le hicieron
guardar cama durante todo un invierno.
Reducido a la
impotencia, San Antonio se abandonó confiado en las manos de Dios.
Cuando más
tarde, obedeciendo a sus Superiores, regresaba a Portugal, una
terrible tempestad arrojó su navío a las costas de Sicilia.
En tierra
extranjera, lejos de su patria... ni aún entonces perdió su
esperanza y una vez más se arrojó confiado en los abrazos de Dios.
Breve
Meditación...
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