jueves, 8 de junio de 2017

Novena de San Antonio de Padua. Día quinto

San Antonio de Padua de una Iglesia en Roma (Italia). Gracias a Teresa Mozo por la fotografía.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

   ¡Amadísimo Protector mío, San Antonio!  Heme aquí a tus pies, plenamente confiado en tu poderosa intercesión.  Mírame con aquel espíritu de dulce y tierna compasión con que mirabas a los pobres. ¡Pobre soy yo, Santo mío!  Véome lleno de miserias.

    La vida para mí es continua lucha. Pan de felicidad, de alegría, de salud, de paz, de virtud... ¡cuánto me hace falta y cuánto espero de tu amorosa protección!  Otórgamela, te lo pido humildemente, para que tu nombre de Taumaturgo sea nuevamente glorificado. Creo en tu poder, espero en tu bondad, amo tu corazón de Padre y bendigo a Nuestro Señor, que te hizo grande en la tierra y en el cielo.

    Amén.

RESPONSORIO

    Si buscas milagros mira muerte y error desterrados, miseria y demonio huidos, leprosos y enfermos sanos. El mar sosiega su ira redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos. El peligro se retira los pobres van remediados Cuéntenlo los socorridos díganlo los paduanos. El mar sosiega su ira... Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo. El mar sosiega su ira... Ruega a Cristo por nosotros Antonio divino y santo; Para que dignos así de sus promesas seamos.

    Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
    Alegre, Señor, a vuestra Iglesia la devota y humilde oración del glorioso San Antonio, vuestro siervo, para que seamos siempre socorridos en esta vida con los auxilios de la gracia y merezcamos conseguir después los gozos eternos de la gloria. Por Jesucristo Nuestro Señor.

    Amén.

DÍA QUINTO. Reflexión: Devoción de San Antonio a la Virgen María

  Los biógrafos del Santo proclaman unánimemente la tierna devoción que San Antonio de Padua profesaba a María Santísima. Desde niño y para siempre encontró en el culto y la devoción a la Virgen el faro luminoso que dirigió el rumbo de toda su existencia. En su predicación no se cansaba en publicar las grandezas de María, cantar sus glorias, defender sus privilegios e inflamar en su amor el corazón de sus oyentes.

EJEMPLO: Hallándose ya el Santo en los últimos momentos de su vida, gozó de consuelos inefables con la aparición de la Virgen María, a quien amaba como a su Madre del alma. Próximo ya a dar el postrer aliento, quiso que sus últimas palabras fuesen para ella; y así rezó devotamente aquel su himno favorito que repetía con frecuencia:

   ¡Oh la más gloriosa de las Vírgenes! encumbrada sobre las estrellas. Abres las puertas del cielo, para que los que lloran entren en él.
 Breve Meditación...

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